Personas que nunca olvidaré
He dejado este blog casi abandonado.
Por lo que he decidido volver a retomar con la escritura. No
había tenido tiempo, si me conectaba, era para abrir algún mail de la facultad,
hacer un trabajo práctico o mirar algún capítulo de The Walking Dead. Sí, yo
había mencionado que le tenía fobia a los zombies ¿No?, la cuestión es que me
enganché con la tercera temporada, y como no había visto ni la primera ni la
segunda, decidí actualizarme, y comenzar con otro ítem que se suma a mi lista
de adicciones.
Además de que la serie esta recontra genial, el que esta re
contra bueno es Daryl Dixon, Oh por Dios!, Sí, lo reconozco, miro la serie sólo
por él, y últimamente Norman Reedus, es decir, el actor, ha estado disputando
el puesto número dos con Tom Hanks, de la lista de mis Amores Amorosos Actorales,
y me parece que lo ha derrotado orgullosamente. Me doy cuenta ya que estoy obsesionada
con ver todas las películas en las que él ha trabajado. Hoy, por ejemplo, a las
2:30 Am, que en realidad ya sería domingo, van a dar en el Cinecanal, Pandorum.
En fin, no nos vayamos por las ramas, y empecemos con este
post.
Cómo bien lo dice el título, y se darán cuenta, voy a
hablarles de las personas que nunca voy a olvidar. Pero no en el sentido de
-Oh querido! Nunca te olvidaré!
-Ni yo a ti, Lele…
No no no, nada de personas que marcaron mi vida, sino, de
esas personas que las ví sólo una vez, y quedaron para siempre en un rinconcito
de mis recuerdos.
Una de esas personas, es una viejita de San Lorenzo. Con
Solana, amiga desde 4to Grado, salimos a dar una vuelta, y encontramos mirando
la vidriera de una casa de electrodomésticos, a Romina (Si digo Paragua, los de
San Lorenzo se darán cuenta quién es) y su novio (El cuál yo siempre estuve
segura que era gay) Pablo. Le preguntamos que hacían, y nos dijeron que se
pensaban casar. Wow, la madurez que habían alcanzado por tener solo trece,
catorce años, -Romina era repetidora- era admirable y envidiable. Bueh,
felicitarla no fue exactamente lo que hicimos, nos unimos a su juego, y en son
de broma le preguntamos que era lo que
querían comprar. –UnA microondas- Contestó Pablito. Las carcajadas no se
hicieron esperar. Ustedes, queridos lectores, dirán “Que pendejas malvadas!”, y
yo les digo, No me arrepiento, no no, no era Bullyng, ni era burla, Romina
simplemente se prestaba para eso! Hacía crecer la bronca en mi interior, Me
llamaba a las doce de la madrugada para ver si le iba a cambiar una lapicera de
color, se invitaba sola a mi casa, nos cambiaba cualquier papel de carta, tal
es así, que a mi indefensa hermanita, que en aquél entonces tenía unos 4, o
menos, le cambió uno de Minnie, por uno de Mambrú, DE MAMBRU!. EN fin, la
cuestión es que estábamos por cruzar, y una señora me pregunta si la ayudaría a
cruzar la calle, le digo que sí, y mientras los otros tres cruzan delante de mí,
yo voy con la viejita.
La boludona de Romina, y su novio, se empezaron burlar, y la pobre señora, me dice
-Andá nena, así no se burlan tus amiguitos.
Já, amiguitos, los tarados se reían e hicieron que la señora
no quiera que la acompañe unas cuadras más. Sí, recién de grande pude entender la
gravedad e lo que había hecho, me importó más lo que pensaban, que ayudar a una
señora.
El recuerdo me quedó grabado tan fuerte, que recién pude
sacarme la culpa este verano, en Buenos Aires, cuándo una señora me preguntó si
podía ayudarla a cruzar, y esta vez lo hice sin problema alguno, ni vergüenza.
Esta bien, nadie había ahí para burlarse, y yo ya soy más grande, pero no
importa, lo que cuenta es que lo hice, y ahora no tengo la culpa de haber
dejado que esa viejita camine sola.
Otra persona, es aquél hermano afro americano del hostel de
la calle Juan B. Justo, que con unos auriculares Freaks verdes flúor, bailaba
en el balcón, con un ritmo techno electro, sin importar que los transeúntes,
los conductores, o pasajeros del transporte público, como yo, se quedarán mirándolo.
Me lo quedé mirando, no sólo porque bailaba ahí, sin importarle nada, sino
también, por la audacia de mostrarse al mundo, y de expresar lo que sentía en
ese momento. No importaba que estuviera sólo, y a plena luz del día, el tipo
quería bailar, y lo hacía. Ahí, aprendí que tenemos una virtud incomparable, y
envidiable, llamada Libertad. Somos libres de expresarnos, y de vivir. Ese tipo
me marcó por eso, por que en sus pasos se notaba las ganas de vivir que tenía,
la libertad de la cuál era dueño, y la facilidad de expresarse que tenía, sin
importarle nada.
La siguiente de la lista, es una simpática señora a quién
encontré en la parada del 112, yendo a la facultad hará un par de meses. Me
preguntó si había pasado el 121, le comenté que no, y comenzamos una charla
relacionada sobre la política, la gente, y su casa. Era una señora que vivía
sola, había, años atrás, formado una pareja, y una vecina se lo quitó. Esta
vecina, era bruja, y según la señora, le robaba hasta los sueños. Me contó, que
esta bruja, le había hecho una denuncia por abusar de niñas, denuncia que quedó
en el aire, al ser una burda mentira. Me contó que le había arruinado los
negocios, y que trabajaba no recuerdo en dónde, pero que por cuestiones de la
burocracia había quedado afuera. Me comentó también, que le había escrito una
carta a la Cristina, opinando sobre la educación y la delincuencia, carta que respondió
la municipalidad de no sé dónde, citándola, y cuestionándole el porque de tal
agresiva carta. Ella se defendió diciendo que no criticaba su gobierno, ni que
en ningún momento quiso se agresiva, sino que tenía algunas ideas sobre la
educación de hoy día. Y ahí me preguntó si sabía algo de política, le dije que
sí, que estudiaba eso, y pronunció una frase que me quedará grabada para
siempre
“Entonces me fuiste mandada por Dios”
Me reí, y me dijo que hoy día, el gobierno, y el país
necesitaba mujeres como Evita, con esos ovarios que la rubia bella tenía. Mi
colectivo, de hecho, había pasado ya dos veces, sólo me quedé ahí, para darle
el gusto a la seora de hablar, y de escucharla. Aprendí, que a los viejitos, no
se les debe contradecir, ya vivieron tantos años, que lo único que desea es que
se los escuche, y no discutir. Le dí ese gusto, y me dí el placer de escuchar
esa frase que me marcó bastante. Siempre supe que había venido a este mundo por
algo, ese día me convencí, y renovó mis ganas de estudiar esa carrera. Llegó el
colectivo de la señora, se subió, y la saludé…Nunca más me la crucé.
Siguiendo con el tema, la siguiente persona no es una mujer,
ni tampoco un señor mayor, es un muchacho, un par de años más que yo. Subí al
colectivo, para ir al centro, y ya no había asientos, ni tampoco mucha gente
parada. Caminé hasta lo último, cosa de que si se llenaba, no tuviera que
renegar para bajar. Me quedé parada al
lado de este chico. No estaba cargada de bolsos, ni con cara de cansada…No iba
a la facultad, iba al dentista, por lo que no era necesario sentarme, iba
allegar en poco tiempo. Este chico, sin obligación alguna ya que no era una
siento reservado, se levantó, me miró, y extendió la mano al mejor estilo
Casanova, o medieval, ofreciéndome el asiento. Me han ofrecido el asiento, pero
nunca de esa forma, al momento en que lo hizo, me lo imaginé vestido de
caballero. Parecía salido de otra época. Acepté, y con una sonrisa le dije
gracias, no iba a rechazar la oferta, ya que lo hizo con tanta educación que sencillamente
me compró. Me bajé ante que él, y se fue en el 122.
Y después hay otras personas, están las viejas mala onda de
las tiendas de ropa, o kioscos, con las que me he peleado, otras tantas buena
onda que me han caído bien, pero no son tan importantes como las que acabo de
mencionar.
Que loco ¿No?. EN el mundo hay millones de personas que no
conocemos, y cómo puede ser que en unos minutos que te encontrás con una de
ellas, te queda grabado durante años en la cabeza, difícilmente de olvidar.
Pero esta bueno, porque si te las encontraste es por algo.
¿Vos tenés personas que nunca vas a olvidar? Yo creo que
todos las tenemos, por el mas mínimo acto que hayan hecho, por el mas corto
tiempo que las hayamos visto, siempre va a haber una persona que se quede
rondando en nuestra cabeza durante toda nuestra vida, y que quizás cuándo al
recordemos, nos ríamos, o simplemente nos haga sonreír.
Nos estamos leyendo pronto.
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